ACOMPAÑAR ES EDUCAR CON EL CORAZÓN

ACOMPAÑAR ES EDUCAR CON EL CORAZÓN

Educamos desde el pasado hacia el futuro, como si la vida fuera estática o basada en nuestra experiencia personal.

Partimos de la educación recibida, en automático, a penas sin reflexión, aplicando en nuestros hijos lo que nos gustó y nos fue útil, y lo que no tanto o nada, sin considerar qué, de lo que hacemos o decimos, cuando educamos a nuestros hijos es propio o ajeno, si es de otros, de quienes, y porqué nos hemos apropiado de ello.

Somos parte de un sistema. Llevamos a cuestas creencias y valores heredados por generaciones. A veces nos aportan, pero a veces son limitantes, y los mantenemos por una lealtad inconsciente o por la necesidad de pertenencia. Frases como “siempre he sido así” o “ya es tarde o ya soy mayor para cambiar” nos ayudan a encontrar justificaciones trampa. Y conceptos como “manipulación”, “culpa”, “dar y recibir”, “jerarquía”, “deber”, fidelidad”, “integración”, “aceptación” … nublan nuestro entendimiento. Esto es así, en general en la vida, pero a la hora de crear nuestro proyecto familiar y ser responsables de la crianza y educación de nuestros hijos, toma mucha presencia.

Es natural en el ser humano que sea así, pero cuando no nos deja avanzar (bloquea nuestras emociones) debemos tomar conciencia de ello y sanarlo. Y una buena manera de empezar, cuando nos surge en la maternidad y la paternidad, es hacerse algunas preguntas como estas: 

¿cuál es mi proyecto de pareja y/o familia? ¿es cosa de dos? 

¿tengo integrados a mis hijos? 

¿en qué lugar tengo a mi familia, ya sea cercana o extensa? 

Porque, definitivamente, nuestro lugar y el de los nuestros en el sistema familiar, y la interactuación entre ellos, importa

Es un excelente momento para ponernos a reflexionar sobre cómo y desde dónde nos afectan las cosas, descubrir patrones destructivos y/o limitantes y romperlos o reubicarlos. Excelente momento para encontrar dentro de nosotros porqué y para qué somos padres y madres, y partir desde ahí en la relación con nuestros hijos.

El miedo y la confianza comparten las mismas redes neuronales en nuestro cerebro, por lo tanto, son incompatibles. Confianza en educación es acompañar sin interferir. El miedo nos asusta, sea real o no. Los niños sienten sin miedo, todo lo que les hacemos llegar les pasa sin filtro, pero eso no quiere decir que tenga unas consecuencias lógicas en su desarrollo. 

Así pues, te invito a crear y orientar tu proyecto familiar, desde el conocimiento de técnicas y herramientas eficaces, que te ofrezcan las habilidades necesarias para poner en práctica de forma inmediata en la educación de tus hijos y el manejo de las situaciones que se te plateen con ellos. Incluso puedes aprovechar este trabajo para profundizar en tu desarrollo personal, tu autoconocimiento y toma de conciencia, algo para lo que siempre es buen momento.

Todos somos los mejores padres o madres que pueden tener nuestros hijos

Conviértete en tu mejor versión para ti y los tuyos, y se ejemplo para tus hijos, de que ser valiente es afrontar sin negar ni anular ni disimular, de que lo que se siente sobre algo proviene de uno mismo, y no de ese algo.

Todos tenemos valores y creencias sobre los que construimos nuestras vidas, y recursos o la capacidad de generarlos. No hay fracaso, solo aprendizaje. Todo comportamiento tiene un propósito. Tener la primera opción es empezar. La acción más pequeña vales más que la intención más grande, y ellos y tu sabéis que lo haces lo mejor posible, y siempre intentando mejorar. Todos somos los mejores padres o madres que pueden tener nuestros hijos.

Los pensamientos, bien utilizados, son el GPS a la felicidad. 

¡Atrévete a ser más auténtico y menos perfecto! ¡Atrévete a educar y criar desde el corazón!


Raquel Villaescusa. Doula, coach de familia y educación, coach de emprendimiento especializada en madres.

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